Boston

Sonata para violín sin cuerdas

Todd McEwen

ISBN: 978-84-15509-12-7
Encuadernación: Cosido
Formato: Rústica con solapas
Fecha de publicación: 18/02/2013
Primera reimpresión: 15/04/2021

Número de páginas: 304
Traducido por: Enrique Maldonado Roldán

Ilustración de cubierta: Jon Juárez
PVP: 19.90€

William Fisher lleva una vida tranquila en Boston, trabaja como administrador en el Instituto de Ciencias, tiene pareja y, ocasionalmente, toca su violín (don Chirridos). Un buen día, durante una excursión a la laguna Walden (y tras la inesperada aparición del fantasma de Thoreau), Fisher resbala sobre la superficie helada del lago y se golpea la cabeza perdiendo el conocimiento. Desde ese instante, todo parece conjurarse para que nada en la existencia de William vuelva a ser como antes. Le esperan una sucesión de bizarras coincidencias y bochornosas trifulcas que, en menos de una semana, lo empujarán a liderar una estrafalaria revolución y a participar en una espectacular persecución policial, en esta particular y satírica huida del mundo moderno y sus absurdos.

Disponible también en eBook

Sobre este libro han dicho:
  • Fantastic Mag

    Boston. Sonata para Violín sin Cuerdas” es un libro que se disfruta de forma primaria, que ataca antes al estómago (que es donde se origina la risa) que a la cabeza. Como toda buena experiencia literaria, el libro de McEwen presenta diferentes capas de sentido. 

    La apertura de “Boston. Sonata para Violín sin Cuerdas” (publicado en nuestro país por Automática) es francamente espectacular: el protagonista, William Fisher, pasea por la laguna helada de Walden y se topa con el mismísimo Henry David Thoreau que, bajo el hielo, dentro del agua, le pide ayuda para poder salir de nuevo hacia la superficie. En su huída a la búsqueda de auxilio, Fisher da un traspiés y cae estrepitosamente sobre el hielo, abriéndose la cabeza…

  • LA VANGUARDIA (Kiko Amat)

    Lecturas recomendadas para el verano

    Comedia salvaje y desbocada con protagonista en proceso de perder la razón (truco infalible). Incluye borracheras inclementes, nudismo público, amistad con homeless y revueltas callejeras. Lo pasé tan bien que deseaba que no terminara nunca. 

  • Librería Aqualata (Jorge Jiménez del Moral)

    El protagonista va de paseo a un lago helado. Ve el fantasma de Thoureau. Se cae dándose un golpe en la cabeza y a partir de ese momento su vida entra en una espiral de despropósitos que culminará en una improvisada revolución. Por el camino, pierde su violín, se enamora y desenamora, odia y deja de odiar, pasa mucho frío, se enfrenta al absurdo y busca desprenderse de todo lo que no sea necesario. Una novela divertidísima. Una sátira brutal y corrosiva de los egoístas años ochenta que se puede aplicar a nuestros días. Las grandes corporaciones, el trabajo de oficina, la universidad, estudiantes, profesores, literatos, ecologistas, etcétera. 

  • Un libro al día

    Uno de los aciertos de este libro es que el estilo narrativo que utiliza McEwen se adapta como un guante a lo que nos quiere contar. En Boston... no vamos a encontrar la típica estructura "párrafo-diálogo-párrafo", sino que la voz del narrador se va a mezclar con las de los personajes (cuyas palabras han sido redactadas tal y como las escucharíamos en una conversación real, obviando cualquier respeto a las normas gramaticales), lo cual, aunque en un principio nos choque y nos hagan falta unas cuantas páginas para acostumbrarnos a ello, al final resulta ser una de las características por las que este libro merece ser recomendado.

     

    En resumen, si alguien quiere pasar un buen rato, disfrutar de buena literatura y, además, aprender un poco acerca de Boston y leer sobrados argumentos para abandonar la ciudad y mudarse al monte, éste es su libro.

  • TIME OUT

    El terreno de este libro maravilloso es la sátira.

    Nos mete dentro de la cabeza de un joven con una sintaxis dislocada, como un Joyce conduciendo el Chevrolet de Pessoa, y que, por mucho que no lo quiera, es el protagonista de una comedia. A veces Fisher parece heredero de los disparates de Peter Sellers, a veces parece que tenga un estómago a prueba acidez, como el de Billy Wilder. Pero el sabor final es una tristeza que sólo podía conseguir Buster Keaton con un sombrero agujereado entre las manos.

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